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EL HUMO, EL VACÍO
EL HUMO, EL VACÍO...

ALONSO CORDEL

(Haikus y pequeños poemas)
A LA UNA
Cuando
merezca
otro cielo
sin nubes negras,
otro corazón
sin miedos ni sospechas,
otros ojos que sean limpios,
manos que se abran y se entreguen,
labios que se confundan conmigo,
senos que den abrazos generosos.
Cuando tenga la paz que tanto anhelo,
sabré que tu caminas a mi lado,
que por fin soy un niño otra vez
para subirme al limonero;
andar descalzo en el aire,
nadar en el desierto,
y volar, volar,
en el recuerdo,
entre peces,
el sol...
y tu
ALONSO CORDEL
EL OLENTXERO

EL OLENTXERO
Se despertó despacio, se incorporó a duras penas, se sacudió de un manotazo la nieve que le cubría la cara y le nublaba la vista y sintió un fuerte dolor de cabeza, una extraña sensación y el acre sabor de la madera; se rascó con parsimonia el colodrillo por debajo del gorro rojo de lana, miró alrededor e insistió de nuevo como frente a un espejo, explorando todo su corpachón con manos torpes..., se quitó las manoplas, y comprendió que algo no encajaba ni en el paisaje alrededor, ni en su cabeza: tenía un chichón considerable y restos de sangre reseca en la frente; estaba sentado en el suelo, bajo un abeto, sobre la nieve, sucia de restos de carbón; uno de los renos le miraba fijamente con cara estúpida sin dejar de rumiar.
Le pareció un poco ridículo el disfraz rojo que llevaba, con los puños, el cuello y la orla de armiño bastante deslucidos por el uso; aunque sólo fuese una vez al año, pero no había manera de convencer a la jerarquía de que cambiasen el color del uniforme; había que morir al palo.
Había sido un día muy ajetreado, y luego se prolongó en una larga velada en el albergue, el calor de la chimenea, con la conversación distendida y feliz de los parroquianos y el licor de bayas rojas, _ demasiado licor de bayas rojas_ y ya sólo le quedaban unos pocos regalos de Navidad por repartir...
¡Regalos!; se puso de pie con rapidez, todavía inseguro recuperó las riendas, recordaba a trazos lo que ocurrió de madrugada: el trineo volaba sobre la nieve... miró alrededor, pero algo no encajaba en su cabeza. Consiguió reunir las piezas del puzzle: demasiadas manchas de carbón, algunos paquetes de regalo abiertos... unas huellas de pies humanos que se alejaban en la nieve, más restos de carbón de encina, polvo de cisco para el brasero...
Suspiró profundamente y se resignó sin encontrar respuesta. Se puso en marcha.
¡Había que cumplir un año más!
... Y por fin, esa noche, también los hijos del carbonero tuvieron verdaderos regalos de Navidad.
Mariano Ibeas
19-12-2002 Cuento de Navidad
JOSÉ LUIS ALEGRE CUDÓS, IN MEMORIAM

y en diciembre hemos cumplido 17 años...

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