VEINTE MODELOS (DE ESCRITURA ) PARA ARMAR
XVII.- De los colores de la noche
Un hombre mató un toro en campo abierto; por nada, simplemente le gustaba ver la sangre, quería tener la sangre entre sus manos. El toro era un semental grande, viejo ya y noble que tardó mucho en morir, estuvo toda la noche agonizando.
Llegada la mañana se juntaron al mismo tiempo, el miedo, el dolor y la vergüenza, y se alejó corriendo. Pero no fue demasiado lejos colina abajo; se tendió en la hierba y se volvió a mirar.
Lejos ya, en el horizonte de la colina se distinguía la enorme cabeza y el lomo del animal abatido, como una montaña más en el límite del universo. La sangre roja comenzó a fluir y a extenderse por el cielo, no era rojo de sangre negra y densa, al contrario, parecía diluirse en el aire o en el agua o por el cielo, y comenzó a llenarlo todo: era púrpura, rosáceo, teñido de azul, de ocre, de oro y todo ello entreverado de copos de luz…
Y vio cómo en un momento, entre los cuernos del animal, surgió una llamarada, un estallido de luz, un disco de oro y pensó que su final estaba próximo: había oído hablar de la venganza de Apis; y entonces sólo tuvo miedo: se levantó y sin mirar atrás, colina abajo, siguió corriendo.
Mariano Ibeas
0 comentarios