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DESDELDESVAN

DE SAL

49

cerrar los ojos

rasgar la cortina de polvo

ahogar la voz

y encerrar el grito

entre los escombros de la casa

dejar la piedra en paz

reposar la honda

guardad en el bolsillo

enjuagar la sangre

y las lágrimas

esperar laluz una vez más

de amanecida

juntar las manos

elevar las palmas

mezclar la maldición

y el murmullo entrecortado

entre los labios

aprestar el oído

a la llamada del almuédano

acallar el ruido de cadenas

y el chirrido de las excavadoras

que retumba en el cerebro

y salir a morir

inmolado

envuelto en dinamita

con la esperanza de una patria

prometida por Alá

en un rincón del paraíso.

                        Mariano Ibeas

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