VEINTE MODELOS (DE ESCRITURA) PARA ARMAR
VIII.- El huevo se sumerge
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El huevo se sumerge en leche negra”...; tenía que ser un sueño, un mal sueño, pero se negó a despertar.
Recordaba vagamente unas imágenes: una carbonera humeante en medio del bosque, surgiendo de la tierra y a su alrededor nieve, mucha nieve, una nevada como esa no la recordaban ni los más viejos del lugar, y la imagen le venía , noche tras noche, de forma obsesiva y recurrente.
Recordaba quizás una película, “Tasio” de Montxo Armendáriz, o tal vez un reportaje etnológico de Eugenio Monesma recuperando viejos oficios perdidos...
Recogió viejos troncos de roble, haya o castaño arrumbados en el taller; descartó con cuidado los de tejo y sabina, unos fósiles de madera casi en estos tiempos; se deshizo de antiguas esculturas polvorientas, proyectos o maquetas que hubiesen merecido mejor suerte, materiales diversos y dispersos, piezas numerosas pensadas en conjunto y ahora dispersas, moldes de fundición, verdaderas esculturas de madera, cajones y materiales de embalaje, madera y materia, todo para el fuego.
El cambio de las instalaciones del taller por un formidable caserío en la vertiente sureste de la colina, con vistas a la bahía y al puerto de Bermeo, podía ser una buena ocasión para llevar adelante el proyecto: partir de cero o casi; en un nuevo “auto de fe”, una inmolación, una combustión controlada, una reducción a carbón, cisco, polvo, ceniza, humo... la materia/energía, no se crea, ni se destruye, se transforma...
Mariano Ibeas
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