EN FLANDES SE HA PUESTO EL SOL...
“Chinelitas carmesíes”
El teatro era una actividad extraordinaria para nosotros: había que hacer los primeros pinitos para las fiestas de fin de curso: memorizar y ensayar, era salir de la rutina de las clases bajo la dirección de algunos profesores que aprovechaban para adiestrarnos en dicción, declamación, etc. todo para nuestra mejor formación…
El teatrillo estaba montado sobre un entramado de tablones y tarima, con accesos laterales y “por el foro” que permitían determinados movimientos. Los decorados eran paneles de papel de estraza montados sobre bastidores y que había que decorar con colages o pequeños dibujos de una “naiveté écoeurante”… Los espectadores ocupaban los bancos las sillas del “patio de butacas” en el salón de actos improvisado…
Fue famosa durante años la sorpresa al introducir en escena un borrico por una rampa en vivo y en directo… Allí se desarrollaron famosas piezas de la “biblioteca salesiana” como “Sindo el tonto” los pasos de Lope de Rueda, como “Las aceitunas” o grandes pieza de los románticos como José Zorrilla, “El puñal del godo”, éste último a cargo del Pa’ César que era un acérrimo seguidor de Eduardo Marquina y que quería hacer de los alumnos de 6º, unas promesas de las tablas.
En todo caso las representaciones fueron memorables: la lluvia con regadera, los truenos con chapas de lata o pesas de gimnasio rodando por la tarima y relámpagos a base de disparos de flash con la cámara de fotos, un festival de efectos especiales que nos dejaba con los ojos como platos… Y luego estaban los disfraces. Recuerdo todavía los esfuerzos ímprobos que hicimos para enfundarnos en calzones enormes hechos con trozos de sábana para representar personajes de la India...
Mi ocasión vino por un encargo que aún me enrojece: Debía yo formar parte con algunos de mis compañeros, del grupo de los pastores que llevan ofrendas al recién nacido en una versión del “Auto de los Reyes Magos”… para las vísperas de Navidad.
Ya en los primeros ensayos el texto se me resistía: ¿Qué le debía yo llevar al niño recién nacido?
__ “Chinelitas carmesíes
forradas de cañamazo
con su ribete y su lazo”
Aquél texto me pareció tan estúpido y tan vergonzante, frente a mis compañeros que llevaban queso, corderos, miel o avellanas, que cada vez que tenía que recitarlo __ y no menos de dos veces__ enrojecía hasta el tuétano de los huesos… y eso sólo en los ensayos.
Cuando me tocó hacerlo, frente a todo el colegio, los profesores y algunos familiares de los alumnos, no paraba de mirar la trampilla en el piso del escenario que alguna vez sirvió para alojar al apuntador y desear que se abriese y me tragase…
Creo que salí más o menos airoso del paso pero más corrido que una mona… y ahí terminó para mí, según creo, mi vocación de actor de teatro. Nunca más si estaba en mi mano poder evitarlo.
Mariano Ibeas
2 comentarios
Mariano -
Un abrazo.
Beatus -