NUEVE
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Bajo el signo de fuego 2
El profeta
Tronaba la voz,
la voz hueca del profeta
mensajero de los dioses:
traía la luz
y el fuego…
Recaló en el desierto
y su voz
quebrantaba las peñas
y devoraba las zarzas
y cambiaba las piedras
por rosas de sal
y el sol por sombras
en pleno día,
en la frescura de la tarde
el agua es polvo de oro
y el viento
tormentas de arena
navegando entre las dunas
Un día cambió su voz
por el silencio…
se fue despacio
a la caída de la tarde,
recogió algunos matojos,
una piedra,
y al abrigo de su mano
se encendió el fuego:
oscilante brilla aún
de día
y de noche es un signo
interrogante en el vacío
de las sombras.
Desde entonces, ya no hay duda
hay luz y sombras
y fuego al despertar del sueño
y luego entre los leños
un vuelo de cenizas
de pavesas al viento:
se fue el profeta,
y se llevó la voz
Bajo el signo de fuego 2
El profeta
Tronaba la voz,
la voz hueca del profeta
mensajero de los dioses:
traía la luz
y el fuego…
Recaló en el desierto
y su voz
quebrantaba las peñas
y devoraba las zarzas
y cambiaba las piedras
por rosas de sal
y el sol por sombras
en pleno día,
en la frescura de la tarde
el agua es polvo de oro
y el viento
tormentas de arena
navegando entre las dunas
Un día cambió su voz
por el silencio…
se fue despacio
a la caída de la tarde,
recogió algunos matojos,
una piedra,
y al abrigo de su mano
se encendió el fuego:
oscilante brilla aún
de día
y de noche es un signo
interrogante en el vacío
de las sombras.
Desde entonces, ya no hay duda
hay luz y sombras
y fuego al despertar del sueño
y luego entre los leños
un vuelo de cenizas
de pavesas al viento:
se fue el profeta,
y se llevó la voz
y nos dejó el silencio.
Mariano Ibeas
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