PENÉLOPE
Cuando se quedó viuda...
Se prometió que no volvería a salir de casa..., tantos años trabajando, de casa a la oficina, cuidando de los hijos, del marido, de sí misma...
Se dio cuenta de que apenas se había ocupado de sí misma, de sus aficiones o pasatiempos...
¿tenía alguno?... ¡menuda faena los pasatiempos! Ropa, plancha, limpieza, ropa, comida, fregar, poner y recoger el lavavajillas... ¡menuda faena!
Era joven todavía, se dijo.
Se propuso no hacer nada. Lo tenía prometido: nada.
Ni siquiera ver la televisión y los culebrones, ni leer un libro o escuchar música, nada, absolutamente nada.
Hasta que descubrió el encaje, el encaje de bolillos.
Colocaba el mundillo contra el respaldo de una silla de enea y ahí le daban todas las horas del día, hasta que le dolían las manos. Cubrió los muebles de labores primorosas, los cabeceros, los brazos del sofá, las mesitas de noche, el aparador, la cómoda... hizo una serie de juegos de bautizo, de comunión, de confirmación, ligas de boda para regalar a las novias, a las vecinas, para sus hermanas, sus sobrinas...
Participó tambien en una docena de concentraciones, en fiestas patronales, en días de exaltación de la artesanía y las tradiciones populares; recibió felicitaciones, expuso en la casa de cultura, enseñó en el hogar del pensionista, __ con poco éxito, es verdad, que las señoras no estaban muy por la labor __ y éstas fueron sus únicas salidas...
El resto del tiempo seguía encerrada en su casa... hasta que llegaron las vecinas. Aquellas reuniones de sutiles tejedoras de espumas fue creciendo y creciendo. Por la mañana, apenas los niños entraban en la escuela, se dejaban caer por la casa cuatro o cinco amas de casa ociosas, tomaban café, apuntaban algunas ideas, copiaban al calco un modelo de encaje, y volvían por la tarde a la faena. A las cinco se tomaban el té, charlaban y charlaban y el grupo crecía tanto que ocupaba el salón, dos dormitorios y a veces el pasillo... alguien propuso entonces montar un taller y trabajar en serio o en serie, comprar juntas el hilo, vender a los turistas...
Y el entrtenimiento pasó aser su forma de vida... hasta que se transformó en un trabajo y en una dura faena... empezó a tener problemas en las manos, muchas preocupaciones... algunas de sus socias la abndonaron poco a poco y un día se dijo:
__ ¡Menuda Odisea!
Cerró de golpe las persianas, dió un portazo y ya no volvió más.
Algunas dicen que la vieron por ahí... acompañada, pero casi nadie lo cree; serán como siempre,
habladurías.
Mariano Ibeas
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Pilar Aguarón -