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DESDELDESVAN

VEINTE MODELOS (DE ESCRITURA) PARA ARMAR

IX.-  TU BEBÉ (II)

               Este es tu mundo, un mundo en el que la corteza sí que importa, es una y te la dieron desde el principio, “cuídala, te dijeron” como un huevo frágil, te dijeron, cuidado,  no lo rompas... y así hasta la tumba, hasta que ruede como el cráneo de Yorick en las manos de Hamlet...                     

                Cuando te asomaste a la tumba abierta, viste también otro cráneo desnudo y vacío, el resto  era sólo  humus, y antes gusanos, y antes materia gris y antes el motor del pensamiento y antes... huevo. El huevo primitivo, liso y desnudo te dio lástima, y quisiste vestirlo de corteza, desde fuera.                   

                  Todo está en tus manos, y fuiste añadiendo tierra y barro, le abriste la boca incluso y esbozaba una sonrisa, y los ojos ciegos que no sabían mirar hacia fuera, miraban hacia dentro, con un aire misterioso y siniestro, no quisiste cuencas vacías y le dotaste de párpados, cejas, le dibujaste pestañas, incluso.                   

                  No estabas satisfecho y, __como cuenta una leyenda __ a punto de gritarle ¡Habla! y  asestarle un martillazo, te diste cuenta de que no tenía oído, que no podía oírte, que incluso los pabellones de las orejas no eran capaces de admitir el mínimo eco, ninguna vibración,  incluso que su nariz incipiente no podía recoger tampoco en las fosas nasales la humedad del barro y el aroma de la tierra, te diste cuenta que ni la piel ni la corteza podían responder al tacto de tus manos, que no podría nunca articular palabra…                   

                  Y te sentiste derrotado; tu bebé, tu criatura no sería nunca viable, no podría llegar a término. No sabemos lo que ocurrió entonces en tu cabeza, pero te oímos decir palabrotas, te vimos golpear y patear el suelo con fuerza.

Mariano Ibeas

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