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ÁGATHA (III)

ÁGATHA  (III)

 ÁGATHA        (III)

          Aquellos años de seminario, el estudio del latín, antes del Vaticano II, le había pillado joven, muy joven y le llegaron al mismo tiempo las órdenes, la vocación decidida… y las tentaciones de San Antonio bajo las formas y la risas de un animalillo, vital e inocente todavía: Águeda.

__ ¡Gadea!, ¡Águeda!, ¡Ágatha!

          Don César la había visto crecer a cada regreso de unas cortas vacaciones en casa de su hermana… pero era todavía una chiquilla.

          No se consideraba un cura “carca”, de los de Trento, ni un “trabucaire rural”, aunque con la escopeta era bueno y siempre regresaba del campo con alguna pieza;  nunca se había cerrado a las reformas, a la apertura del Vaticano II, incluso llegó a formar parte de un grupo de curas contestatarios que el obispo redujo al silencio por la vía rápida… pero todo aquello le superaba.

          Sí, como un terremoto, le llegaban las imágenes en tropel como un torbellino: en el sueño, en la vigilia, en el duermevela, ahí estaban presentes.

          No le habían faltado las ocasiones y las tentaciones, es verdad; en el confesionario, en la sacristía, en las visitas, los casorios, los entierros… como en un cuadro de El Bosco.  Y los pecados tenían su castigo, al menos era eso lo que predicaba, aunque era verdad: no eran los del sexto los que más le ocupaban en sus sermones…, otra cosa era, digamos, lo que ocurriese en la intimidad de cada uno.

          Había sido duro, pero conseguía resistir, tenía ocupadas todas  las horas del día y de la noche, pero aquellas imágenes estaban grabadas a fuego, como en los tormentos de Águeda de Catania y se resistían.

          Retomó como costumbre el rezo del oficio en latín; no, no lo había olvidado, los rezos en latín eran una ocupación y una costumbre en la residencia; muchas horas para llenar al cabo del día… y para ello nada mejor que la rutina: maitines, laudes, tercia, sexta, nona, otra vez vísperas del día siguiente… el rezo, el recitado de los salmos, la memoria como gimnasia, el ejercicio mental diario, para alejar el Alzheimer, por ejemplo.

 Mariano Ibeas

                                                         (CONTINUARÁ)

Nota: La misma de ayer.

1 comentario

PilarA -

¡mil gracias!