LERRO ARTEAN / ENTRE LÍNEAS II
LERRO ARTEAN / ENTRE LÍNEAS (Continuación)
Según ella, los actos son más puros que los pensamientos.
“Los pensamientos, los planes, se corrigen casi insensiblemente,
se retocan, se concilian, porque no hay separación precisa entre
lo que se piensa como realizado y la franja de los posibles”.
El escultor practica la ascesis de lo finito, de lo pesado,
de lo temporal y de lo contingente. Trata de actuar sobre
la realidad creando algo que antes no existía, aunque sí existan
los elementos que acaban incorporándose a la obra de arte.
“La obra de arte existe siempre en alguna parte en el
universo dado. Si sólo es soñada no existe”
Si el escultor elude la encarnación, “si prefiere la página
en blanco y el poema soñado, el atelier vacío y la estatua
pensada, el ideal sin compromiso y la vida ineficaz,
es porque tiene miedo”.
Y todos tenemos miedo.
El escultor se mueve entre el proyecto ideal soñado y no
realizado y la encarnación del mismo, entre la levedad del peso
pensado y la pesantez del peso real. Gestiona su miedo,
elige, depura. Y se equivoca mucho.
La aparente ausencia de sentido que ofrece la realidad debe
ser interpretada como proliferación de sentidos. Una escultura
traduce el amasijo de posibles sentidos en apuestas de sentido
ordenadoras, vuelve lo infinito finito, lo ingrávido pesado,
lo eterno temporal; y en ella lo informe toma forma.
Los restos del paisaje desolador de un bosque talado adquieren
nuevo sentido.
Históricamente la escultura se ha identificado con la estatua,
representación pública de sujetos relevantes, emplazada en
lugares prominentes y construida con materiales nobles, piedra,
bronce, y en menor grado madera. Se trataba de representar
la intemporalidad, la imperturbabilidad, el espacio; el poder,
en definitiva. En modernidad, el cambio es la cualidad
que mejor expresa la época. Y ese cambio no solamente se da
en los temas, sino también en los materiales y en su presentación.
En esta exposición no hay madera, hay leña, eso que desechamos
del árbol para ser quemado, para hacer composta o para dejar
abandonado. Es la parte del árbol que dejamos perder, pudrir,
arder. Pero es también la parte que en el árbol vivo soporta
su estructura más reconocible. Es laçque, en pleno invierno,
despojada de las hojas, dibuja el árbol y nos permite
reconocerlo e identificarlo. Es su componente “lineal”.
Son esas las líneas de esta exposición, y su autor os invita
a contemplarlas, así como a llenar de sentido su “entre”.
Bermeo, septiembre de 2011
José Ángel Lasa
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