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ÁNGEL GUINDA

ÁNGEL GUINDA

ÁNGEL GUINDA

[Ángel Guinda publica un nuevo poemario en Olifante, ‘Rigor vitae’ (Crueldad de la vida). Esta es la sinopsis de un nuevo y ambicioso proyecto de alguien que vive la poesía con una intensidad muy especial. Vida y poesía, belleza y dolor fundidas. El libro se presenta en abril, a las 19.30, en el Palacio de Sástago.

http://antoncastro.blogia.com/2013/031701-angel-guinda-dos-nuevos-poemas.php

Dice la sinopsis:

 

[Olifante Ediciones de Poesía inicia la Segunda Época de su primera colección con el libro (‘Rigor vitae’), de Ángel Guinda, que el autor traduce como (‘Crueldad de la vida’). Soliloquio en tres secciones: “Cantos del luto”, “Las islas siempre esperan” y “El mal de las flores”, respectivamente centradas en la vida severa –particularmente de la actual época opaca-, la perenne caducidad del amor y la inminencia de la muerte. En un reto de convertir la forma en fondo, la estructura de los textos experimenta con la respiración del mensaje mediante el silencio del interlineado, la sustitución de palabras por símbolos o la convivencia de géneros poético, narrativo y dramático.]

He aquí dos poemas, por cortesía del amigo y gran poeta.

 

YO NO PUEDO ESCRIBIR en el aire.

 

(Intuición es una ventana con los cristales limpios.)

 

Yo no puedo escribir en el crepúsculo.

 

(Iluminación es la ventana sin cristales.)

 

Yo no puedo escribir en el fuego, en el vapor, en la espora.

 

(Visión es aparición ojos adentro.)

 

Ni creo que el vuelo del tordo sea un papel de calco.

 

(Goya pintó los desastres de la guerra. Yo cantaré los horrores de la paz.)

 

¡Cantaré! Con los seis ojos de los abulones, con las castañuelas de los rastrojos en llamas, con los cencerros del ciclón. Espoleado por el caos.

 

¡Entonaré el duelo de esta época opaca por la brutalidad, las retinas desprendidas del hostigamiento y el aspa tartamuda de la aflicción!

 

(Tengo miedo cuando abro los ojos.)

ARDER

 

 

No arde el papel en lo que escribo,

arde lo que me escribe como una delación.

 

¿Arde el silencio que me llama?

 

Arde la señal de la cruz.

 

Escalera de agua a las estrellas,

arde el desasosiego en las pirámides de mis pómulos.

 

Arden las palabras que rebotan dentro del poema

como una sordera de pintura rupestre.

 

Arde la catástrofe en el bosque del papel.

 

Arden los océanos como un disparate.

 

“Arde el incendio del sol.”

 

Juana de Arco, Servet, Giordano Bruno siguen ardiendo.

 

¡Arder, arder!

 

(Ser humo contra el viento.)

 

 

 

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