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ELKARTROPIAK (IX)

ELKARTROPIAK (IX)

Tuviera ella un caballo

                                                *

                   “Si en lugar de nariz tuviera ella un caballo…”

                   Sólo disponía de un cuchillo, tomó un trozo de corteza de pino y comenzó a esculpir lo que le pareció un muñeco, luego otro y otro. Su hermana le miraba con envidia y le pidió que le hiciese un caballo.

                    Luego pensó en una barca, vació un pequeño tronco y con un trozo de papel fabricó una vela, la fijó en un mástil y consiguió llevarlo flotando, guiándolo con un palito a lo largo del arroyo; chocaba contra las piedras,  pero pudo transportar cómodamente uno de sus muñecos…

                   Más tarde se fijó en las barcas…

          “las barcas de dos en dos,

         como sandalias del viento

         puestas a secar al sol”        

                            (Manuel Altolaguirre “Las islas invitadas”)

                    Le dieron lástima las barcas semihundidas en el agua sucia del puerto, algunas arrumbadas en la orilla, acodadas a las rocas, volcadas en la arena, las quillas en el aire, comidas del orín y de la sal, desfondadas, rotas las cuadernas, roída la borda por el roce de los remos y las cuerdas de amarre, apenas superpuestas cien capas de pintura…

                    Y decidió que era necesario colocarlas de pie, darles una dignidad hierática de viejas estatuas y se aplicó de firme a la tarea…

                   Aguantó como pudo las risas y los guiños de  los viejos pescadores, los que necesitan día a día el aire del mar, y el gusto de  la sal y el olor de las algas podridas en las redes del paseo del puerto…

                                               **

                   Comenzó con un viejo chinchorro, y no fue tarea fácil ponerlo de pie… la popa forma un ángulo inclinado respecto de la vertical, hizo un nuevo esfuerzo aprovechando un hueco en la arena pero se le derrumbó como castillo de naipes, completamente descuadernado.

                   Pero no se dio por vencido y lo intentó de nuevo, con la siguiente tuvo algo más de suerte, consiguió tras duros esfuerzos colocar de pie la vieja carcasa; esfuerzo inútil, la barca se partió en dos  a lo largo de la quilla como una raja de melón

                   Entonces decidió que era eso lo que andaba buscando; era un problema de orientación; el destino de las viejas barcas era el regreso al bosque, el retorno al árbol, la vuelta de la materia, de la madera a sus orígenes, al árbol primitivo.

                   Y en la orilla de la playa empezó a crecer un bosque, un verdadero bosque de barcas, las quillas apuntadas al norte, esperando un ligero viento que les permitiese hinchar las velas y tomar el largo…

                   Sólo entonces se sintió satisfecho y se sentó a contemplarlas;  pensó en su hermana:

          “¡Si ella tuviera un caballo!”

                  

Mariano Ibeas ("Veinte modelos de escultura para armar")

NOTA: La imagen del montaje de J.Ángel Lasa, corresponde a la exposición "Elkartropiak", Centro Cultural Aiete, San Sebastián.

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