UN NUEVO CUENTO CHINO (y IV)
UN CUENTO CHINO (IV Epílogo y final)
“du he tao” JUEGO DE CLONES
Guo Ping no permaneció mucho tiempo inactivo, ni siquiera en la cárcel, donde fue a parar como medida de prudencia, porque sus recursos le permitían eludir la justicia y desaparecer del país. Le retiraron el pasaporte y no necesitó fianza porque los carritos de la compra cargados de billetes y confiscados por el juez cubrían de forma suficiente lo que hubiera supuesto una fianza más que prudente como garantía. Todo terminaría con una inspección fiscal y seguramente con una pequeña multa; sería el peaje para cerrar el incidente. Pero quedaba todavía el asunto de las nueces.
Antes de mover a sus abogados movió a sus agentes en el Mercado de Cultura Tianjiao en el área de Shilihe distrito de Chaoyang, el mercado de Pekin especializado en la compra-venta de “nueces de la suerte”.
El encargo era terminante. Había que substituir los ocho pares de nueces de la suerte destruidas de forma estúpida por el comisario Martínez. A cualquier precio.
¿Qué pensaría encontrar el estúpido comisario en el interior de las nueces?
Gao Ping era un comerciante legal; también lo eran sus negocios y su dinero y su reputación debía quedar a salvo… y sobre todo no quedar en evidencia, para un chino eso es como el honor: esencial.
Pocos días más tarde quedó en libertad.
En su despacho, Gao Ping sonreía satisfecho y hacía rodar de dos en dos, en la palma de la mano las nueces de la suerte. Ocho pares de nueces, ocho, dieciséis nueces brillantes e iguales dos a dos como dos gotas de agua.
La tormenta había pasado, era el año del caballo; venían por delante al menos ocho años de prosperidad.
Mariano Ibeas
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