EL ARTE DE REDUCIR...
XV.- El arte de reducir
Pensó que no sería fácil, pero quiso intentarlo. Salió de buena mañana; no era necesario apresurarse, sin embargo; el prado empezaba a la puerta del taller y desde las ventanas de su casa podía apreciarse en todo su esplendor de verde, en el frescor de la noche, en la hierba recién segada, en los árboles que lo circundan, en la brisa, en el olor, en el sabor de una brizna de hierba entre los dientes, no sería fácil, no.
Paseó despacio, al comienzo sin método alguno, en un ángulo del prado descubrió el inicio de un sendero, luego quiso recorrerlo de forma sistemática, palmo a palmo, se internó entre los pinos y aspiró con fruición el olor de los primeros eucaliptos, retiró algunas ramas, seleccionó tres o cuatro restos de poda y comenzó a serrar…
Paró en seco y por vez primera se preguntó:
__ “¿Qué estoy haciendo?”
No podía acarrear el bosque, ni llevarse consigo el prado, se dio cuenta de que elegir es reducir, no podía llevárselo, no un bosque, ni un árbol, ni una porción de bosque, ni una porción de prado…
Se tumbó en la hierba boca arriba mordisqueando una brizna, luego se revolcó en el prado y regresó lentamente a casa…
No podía llevarse consigo el olor, el color, el viento,la inclinación del terreno, la luz… ni una brizna de hierba siquiera.
Ya en el taller, observó atentamente; sobre el caballete un lienzo preparado, en blanco; se miró en el espejo y descubrió en su cabello una brizna de hierba… la recogió con delicadeza y con un poquito de cola la fijó en el lienzo…
La brizna de hierba incluye todo el prado, pero borra el prado también, el prado ya no existe.
Mariano Ibeas
1 comentario
Aurea Samper Martin. -
La realidad es real y no es sueño
Nos quedamos con lo que el esfuerzo dio una brizna pues una brizna y no desaparecen ni bosques ni arboles
orgullosos de tener esa brizna