CUADERNO DE VERANO
Puerta trasera
Balaguer, el viejo dictador,
sordo y casi ciego, antes de morir,
se hace leer alguno de sus poemas.
El viejo patriarca,
en su laberinto de sombras,
el ogro comedor de niños,
el padrecito
de todos los sandominicanos
va a rendir el cuerpo
y el alma…
no se sabe ante quién,
el Tiempo, Dios, la Historia
dirán la última palabra,
pero mientras tanto
tiembla en su manos temblorosas
la vieja pluma
de dictar sentencias
de muerte, a ciegas;
sólo queda el recuerdo
y el temblor de una niebla de luz
en sus ojos ciegos:
se despidió de él la luz hace tiempo
sólo queda la lucidez
viva víspera de la muerte,
sordo ya a las aduladoras voces,
ciego ya a las aladas albas frente al mar;
ya no le quedan siquiera las palabras,
huyeron vergonzosas de sus labios;
no le queda más que el gesto,
un gesto escueto y decidido,
“traedme el libro,
mi libro y mis poemas,
y leedlo despacito”
acunadme como entonces,
acunadme despacito,
pues soy en verdad,
ante la muerte,
un niño.
MARIANO IBEAS
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