EL BICICLOWN... EN AUSTRALIA
Agotado por la visión de canguros muertos, por los road trains y por el viento, llego a algunos de los abrevaderos que el ser humano ha construido en estos lugares, esto es, estación de servicio, tiendecita, camping... Sentados a la sombra y con un refresco en la mano los australianos me ven llegar sin demostrar el mínimo interés. No espera uno ovaciones a estas alturas pero si al menos una mirada o un gesto que indique donde está el agua potable. Permanecen sentados como si todos los días, cada quince minutos, un viajero subido en una bici cargada a más no poder, llegara a ese lugar.
Casi prefiero ese silencio a la actitud de alguna dama que, el otro día, sin tiempo casi a quitarme el turbante vino a preguntarme si pedaleaba por alguna razón. Tal cual. Me quedé perplejo y le pedí que me repitiera la pregunta. No había duda. Quería saber si pedaleaba por alguna causa de las llamadas de caridad. Ni tenía ganas ni fuerzas de explicarle en ese momento y bajo el sol mi proyecto. No creo lo hubiera entendido. Ella simplemente quería darme dinero, pues ya había metido mano al bolso, y esperaba una respuesta ajustada a su presupuesto para caridades. Así que le respondí que pedaleaba por la lucha contra el cáncer y contra el alzaimer. A lo que me inquirió que si me daba dinero a qué organización iría. No pude seguir con la mentira, en parte porque temía que me diera el dinero, y le dije que iba para tomarme un refresco. Sacó la mano del bolso y se dio la vuelta.
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