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HISTORIAS DE LA CAVERNA II

HISTORIAS DE LA CAVERNA   II

                   Dedicado a Anabel Consejo

  Herencia paterna

 

         Recuerdas a tu padre y lo asocias con la madera, al banco de carpintería, al olor de las virutas recién levantadas con el cepillo o la garlopa.

         Olían bien y crujían como materia viva, se retorcían entre las manos en espirales de fuego. Era un juego… y los golpes del martillo o del mazo  te sonaban a música celestial. Era un espectáculo ver cómo se desprendían  de forma precisa las astillas a golpes del escoplo o de la azuela…

         Podía surgir cualquier cosa de un madero informe; un montante de carro, una cercha,  un yugo, una camba o la esteva de un arado. Algo de eso te queda en el gusto ancestral por la madera, en el deseo de acariciarla, de su tacto cálido, en su olor diverso y en su agradecimiento material; es posible incluso mordisquear un trozo de rama o una astilla, quizás buscando en la madera los orígenes de todo.

         Vuelves a “El árbol del universo”  de Ibn Al Arabí que te ronda por la cabeza y recuerdas tus pinitos de tallado o escultura de madera de boj, o tu famosa reproducción de un fragmento del mosaico de Rávena, una cabeza de San Pedro, con trozos de madera de distintas texturas y colores; el cura de La Suys quiso comprártelo y tú te negaste en redondo; hicisteis la maqueta e incluso te propuso colaborar en la decoración mural de la nueva iglesia; te negaste en redondo, quizás perdiste la oportunidad de tu vida.

         Madera, materia,… y tu raíz paterna que vuelve, que asocias con el invierno, con las tardes largas y el largo peregrinar de las sombras tras las horas de la escuela…

Mariano Ibeas, "Historias de la caverna"

3 comentarios

Mariano -

Gracias, LadyB.
cumplo tu encargo a través del correo.
Un saludo
Mariano Ibeas

LadyB -

Mariano, llevo unos días acordándome mucho de Candi. Sé que era visitante de tu blog y me preguntaba si estás en contacto con ella, si sabes si está bien. Si tienes ocasión, por favor, hazle llegar mis saludos (no tengo su dirección de email). Un beso para ti. Y otro para ella. Abrazos para ambos.

Anabel -

No sabes el olor a madera que ha inundado mi habitación despúes de leer tu retazo de vida.

La toco, la huelo, casi la veo... Una talla escogida de tu existencia.

Mil gracias. Tendré que regalarte alguna historia de mis propias cuevas.

Besos,

Anabel, la Cuentista