VEINTE MODELOS (DE ESCRITURA) PARA ARMAR
III.- Acerca del refugio
No supo muy bien por dónde empezó todo… la idea era encerrar alguno de los elementos, agua, aire, tierra, fuego y controlarlo o, mejor aún, dominarlo. Ése parecía ser el objetivo final del arte; ¿o no?
Ya lo había intentado antes con la tierra, mejor dicho el barro, y el resultado con la pasta de modelar y la cerámica no terminaron de dejarle satisfecho. Es verdad que los bustos de los críos y alguna pieza que otra de cerámica podían colocarse sin desdoro en cualquier repisa. De los bustos de los críos estaba especialmente orgulloso, no se sabe muy bien si como padre o como artista.
Con el fuego la cosa era más complicada; si acaso las uniones de soldadura y algún que otro trabajo de forja, también dieron sus resultados, el fuego en realidad era difícilmente controlable, mientras hubiese combustible y oxígeno suficiente las llamas trazaban sus formas caprichosas sin una norma aparente; es más, le pareció que era precisamente ese carácter de capricho, lo que realmente le fascinaba… y en último término, el fuego, por ejemplo en la cerámica, terminaba decidiendo el final de la obra.
Con el agua las posibilidades le parecieron más limitadas; su fluidez, su consistencia, su movimiento, su transparencia, su color… todo estaba mediatizado siempre por el medio o por el recipiente que la contenía; juzgó la posibilidad de la escultura en hielo, era una alternativa, estaba ya contrastada la práctica en algunos lugares… pero los dificultades añadidas aumentaban. Le pareció la más efímera de las experiencias.
Quedaba el aire, pero no en un espacio vacío, un globo, o un neumático por ejemplo. Lo más difícil de todo era atrapar el aire. Atrapar el aire, llenar el vacío, vaciar lo compacto establecer sombras y luces, transparentar los cuerpos, atormentar la materia, retorcer las fibras hasta casi romperlas… todo ello le parecían intentos vanos; la materia o la ausencia de ella, no se dejaba domeñar fácilmente.
Lo intentó con una red, un cazamariposas o, mejor dicho, con una estructura metálica de varillas de acero soldadas, y capturó un sillón, un árbol… lo más difícil fue capturar un hombre… al final la jaula atrapadora de hombres acabó vacía y encerrada en el servicio del taller, en el rincón de la meditación más esencial sobre la esencialidad humana y su existencia que se pueda imaginar y también se quedó encerrado él mismo en el servicio del taller, y allí desde una postura semejante al “pensador” de Rodin, le sigue dando vueltas al problema.
Mariano Ibeas
2 comentarios
Mariano Ibeas -
Un abrazo.
Mariano Ibeas
pepe montero -
¿No es eso, arte?