DE SAL...
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te aplasta
el fulgor en las entrañas
y roe en silencio tu rutina
hasta el tuétano del hueso.
Vuelve sin cesar espeso
el triste atardecer sediento,
no logras saciar la sed,
enfermo de soledad, enfermo,
triste, harapiento,
mendigas las monedas
y el eco de tu voz antigua. Gritas
y nadie te responde,
tan solo la oquedad preside
el fondo del templo:
se fueron una vez tras la carcoma
las imágenes de palo y escayola,
policromas vestales de hornacina
que dispersa el viento
y el sol de justicia
con implacable impiedad, calcina.
Mariano Ibeas
2 comentarios
Mariano Ibeas -
Mariano Ibeas
ana m. -
hala, un beso!