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AL ALBA, AL ALBA...

Que temoa a la madrugada,
No sé qué estrellas son estas
Que hieren como amenazas,
Ni sé qué sangra la luna
Al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche
Vendrá la noche más larga,
Quiero que no me abandones
Amor mío, al alba.
Los hijos que no tuvimos
Se esconden en las cloacas,
Comen las últimas flores,
Parece que adivinaran
Que el día que se avecina
Viene con hambre atrasada.
Presiento que tras…
LA PESTE...
La peste que asoló Burgos en 1599
La epidemia fue una de las más virulentas de la historia de la ciudad. Su regidor en esa época, Andrés de Cañas, recogió con detalle por escrito aquel infierno
No hay lugar grande ni casi aldea donde no haya mayor mal que en Burgos». Así de tajante se mostraba Andrés de Cañas Frías, regidor de Burgos en 1599, año en el que la peste asoló buena parte de España, cebándose especialmente en Burgos y propiciando un declive económico y social del que no se recuperaría en siglos, si bien es cierto que su época de máximo esplendor ya era, a aquellas alturas, cosa del pasado. Andrés de Cañas recogió por escrito cuanto vio y observó en aquellos meses infernales en un texto que vio la luz en el siglo XX gracias al hispanista Francis Brumont. El regidor había formado parte desde el brote de la epidemia, en 1597, de la llamada Junta de Salud, que tenía la misión de impedir que la peste se colara en la ciudad.
Cuenta en esa suerte de diario el regidor Cañas que «este mal» se descubrió en las inmediaciones de la Albardería de San Esteban, después de que en el hogar de la familia Lerma falleciesen el marido, la mujer y los dos hijos. Recoge dos posibles versiones del contagio: que a estos se lo pudo transmitir un conocido «que andaba a buscar trapos» y vivía «a la puerta de San Martín» y que había a su vez fallecido, o que pudo ser el propio Lerma el que llevó el mal a la ciudad a través de unas mantas que había adquirido en la zona de Villadiego, donde ya campaba a sus anchas la malhadada enfermedad.
Resolvieron entonces los médicos, señala el regidor, «cerrar las casas y quemar la ropa» tanto de los Lerma como de los vecinos contiguos que fallecieron al cabo. Así, se pidió a «diez pícaros» que sacaran las ropas de todos los difuntos para llevarlas a quemar, pasando después estos una cuarentena a costa del erario público mientras que a otros vecinos de la zona de la Albardería se les llevó extramuros. Sin embargo, la semilla de la peste ya había germinado (sospechaba Cañas que por culpa de que alguien pudiera sustraer algunas ropas de los finados), provocando su expansión «y empezó a salpicar este mal en el Hospital de los Ciegos, y luego hacia Santa Gadea y hacia SanAndrés y en estas partes murieron más que en ninguna otra».
Contaba el regidor 400 muertos entre enero y mayo de 1599. «Toda gente pobrísima y necesitadísima».De poco o nada sirvió que la ciudad nombrara a cuatro comisarios regidores para «guardar la ciudad»: Antonio de Salazar, para las puertas de San Gil ySan Esteban; Diego de Salamanca para San Pablo y San Juan; Alonso de Santa Cruz para Santa María, las Carretas y la Merced; y el propio Cañas para las puertas de San Martín, Vieja y San Lázaro.
En vista de que «la enfermedad salpicaba y se pegaba, aunque en gente sumamente pobre» se decidió levantar una suerte de hospital de campaña o enfermería fuera de la muralla, en Nuestra Señora de Rebolleda; pero pronto se saturó. Y se fueron ocupando casas y posesiones vacías a disposición de los enfermos, e incluso se trasladó a quienes vivían en la zona a otras de la ciudad para dar cabida a los contagiados. El Concejo hizo esfuerzos ímprobos por dominar la situación, poniendo todos los medios a su alcance.Los dominicos arrimaron el hombro, destinando a varios hermanos a arriesgar su salud para administrar los últimos sacramentos. Varios mesones dieron jergones y también el Hospital de la Concepción puso camas al servicio delConsistorio. Alguaciles y pícaros hacían rondas por las calles y se llevaban las ropas de los enfermos y muertos de las casas para después picarlas y enterrarlas «muy ondas con cal». Anotaba el regidor el coste diario de la crisis sanitaria: 80 ducados del ala.
Con el beneplácito del rey se tomaron 3.000 fanegas de trigo de la Alhóndiga y se repartió pan cocido para los pobres y enfermos; las limosnas obtenidas en cada jornada también se destinaban a los menesterosos. Alababa en su crónica el regidor el papel del arzobispo, don Cristóbal de Vela, que lejos de huir de la ciudad -como al parecer sí hicieron otros curas, clérigos y canónigos. «Son tantas las limosnas que hace y da que no se puede significar porque él, sin duda, ha gastado más de 12.000 ducados en cuatro meses, y da médicos y botica de balde, y anda su limosnero a visitar con médico y barbero y dos acémilas cargadas de comida y regalos para los enfermos, dando cuanto ha menester, y mucho más, a los sanos pobres que acuden a pedir; y a casas que no piden y sabe que tienen necesidad, les da gruesas limosnas en trigo y dineros».
el aislamiento. «Muchos lugares al derredor de Burgos se han comenzado a guardar de los de Burgos, y no dejado que vengan ellos a la ciudad», escribía Andrés de Cañas. La mayor parte de los burgaleses de posibles, en vista del avance inexorable de la epidemia, puso pies en polvorosa en cuanto pudo. La autoridad no puso reparos a aquella huida: «de suerte que de 15 de abril a 15 de mayo se fueron, de tres partes de la ciudad de gente principal y honrada, más de las dos». Quienes permanecieron intramuros tomaron todas las precauciones posibles «para preservación y remedio de este mal»: confinamiento en las casas, quema de ropas, quemando enebro y otras leñas «para purificar el aire» y asistiendo a que médicos y cirujanos hagan sus oficios y visiten «a quienes está mandado no salgan de la ciudad so graves penas».
La enfermedad «apretó mucho en Burgos desde San Pedro adelante hasta hoy 20 de julio que lo escribo», recoge Cañas, «y hubo días que murieron 40 personas en el casco de la ciudad» sin contar los que lo hicieron en Rebolleda. En una misiva enviada al mismísimo rey Felipe III, el simpar regidor de la ciudad Andrés de Cañas le hace al monarca, entre otras, una consideración que denota su conocimiento, preocupación y visión ante la crisis. «Una de las cosas más convenientes para la conservación de la salud de esta ciudad es que se ayuden a sustentarse los pobres, por ser tan grande el número que hay de ellos, así vecinos como forasteros (...) padecen extrema necesidad y es forzoso ayudarlos, socorrerlos, porque de lo contrario se seguirían grandes enfermedades y peligros».
En otro de los textos, Andrés de Cañas defiende una postura clara: «que la justicia y regimiento de esta ciudad no haga ausencia de ella, por los grandes e irreparables daños que lo seguirían».En el diario del regidor hay asimismo anotaciones breves respecto de las visitas que éste hacía a sus convecinos, recogiendo el panorama desolador que se encontraba en todas ellas. Valga esta como ejemplo: «En casa de Sánchez, detrás de Vieja Rúa, murió ayer tarde su mujer; una hija suya esta noche; hay otra mala: hay necesidad de que luego se saque y se cierre la casa».
HUIS CLOS I

I
HUIS CLOS
Huis clos,
Campo cerrado
Hortus conclusus
Encierro, entierro, encerrado y enterrado
En la torpe geografía
De mí mismo
Clausura
Númerus clausus, nadie más, ninguno, solo
Que nadie pueda cercenar
El cordón umbilical
Que te ata a los demás objetos
A la tierra y a los árboles,
Al aire y a los pájaros
A las aguas y a los peces.
No tienes escamas, ni plumas, ni hojas verdes
Tu tronco sin corteza no te aísla del calor
Ni de los fríos
Eres un pobre humano
Miserable e indefenso.
¿Quién te va a salvar de tu miseria?
Quién vendrá a buscarte,
A enjugar tus lágrimas,
A obedecer tus deseos
Estás solo frente a ti, encerrado y concluso
Tú, en tu laberinto
08/04/2020
MARIANO IBEAS
HUIS CLOS II

II
ALFAGUARA
Yo, limpia fuente,
Manantial y nacedero
Alfaguara, hontanar, venero,
nacer y renacer
Un punto, vagido y grito
Solo de soledad sonora a veces
Golpeando las paredes
Rasgando los silencios,
De nada te sirve arañar los muros
Escuchar despacio el rumor de tus pasos,
La lluvia en las ventanas
El rumor del viento
Todo te lleva a ti
Golpe a golpe, al golpe de la sangre
Agolpada en los conductos bajo la piel
Escultura de hielo
Bocado al corazón y freno a los deseos
Claustro, enclaustrado
Por límite el sol y el cielo
Por suelo las arenas
Y por cielo el firmamento
Cuando llegue la noche
Ni siquiera esto
Llamarás al sueño
Y no querrá venir a verte.
09/04/2020
Mariano Ibeas
HUIS CLOS III

III
GINECEO
Gineceo,
Vuelve adentro:
Vuelta al génesis,
Al surco, a la mancera y al lendel
La besana de hoy será tu cuerpo
Y tu siembra
La semilla en tierra fértil
Deseosa de acogerte entre sus brazos
Olvida de una vez el tiempo del desierto
Y tu vagar por los caminos polvorientos,
Se terminó
Pátina, óxido y alumbre
Tierra parda, cal, rodeno
Siéntate, toma ya tu tiempo
El que te deben y no podrán pagarte nunca
Su deuda en un pozo sin fondo,
Una vida que era tuya,
que te robaron en la infancia,
que nadie podrá devolverte,
ni te podrán saldar…
Han muerto los contables
Y los guardianes de los sellos
Nadie da cuenta ya
De portazgos y alcabalas
Y el viento golpea cada noche
Los postigos batientes del fielato…
HUIS CLOS IV

IV
SEMILLA
Vuelta a la semilla
Al útero materno
Debes volver;
Es tu guarida y tu refugio
Tu cueva original, tu santuario
Allí puedes acogerte seguro y a sagrado
Nada te turbará,
ni el día se hará más largo
ni alimentará las sombras de la noche,
al planear de los murciélagos
Antes de que existiese el ser
Y el tiempo
Antes de que tu leve paso
Contase sobre las arrugas de la tierra
Ya tenías trazado el surco y el sendero
Vuelve a ti
Y a tu momento ido
A la eterna geografía del instante
A la nube y el agua de tormenta
A la lluvia y a la piedra,
Al llanto del rastrojo
Al fruto de la espiga
Cella y encella resuelto el misterio
Del templo
Sanctasantórum
Ara y altar, alzado del suelo, alterado
Alto lizo
túmulo
Betilo
Piedra sacrificial
11/04/2020
Mariano Ibeas
El grabado es de David Girao
HUIS CLOS... V

V
CENOTAFIO
Cenotafio
Vacía, tumba vacía
Monumento funerario de la nada
Hueco donde rompe seco el vacío
De los huesos,
La médula, el tuétano,
el fangal de los silencios
la rabia sorda,
el crepitar, el murmurio débil
y el temblor de la piel,
los gusanos del deseo
el golpe sobre el cuero denso y sonoro
ronca la voz,
rota la garganta
tensas las cuerdas
mudo el grito
asaltas sin descanso
la ruda escalada que te lleva
al templo de los dioses
y caes sin remedio
remedo de Sísifo
y su piedra.
12/04/2020
Mariano Ibeas
HUIS CLOS VI

VI
ALACENA
Arca, cofre, alacena
Lote, suerte, lugar de donde crece el azar
Golpe de dados, cubilete,
Todo al negro donde se juega
Nunca la vida y la muerte estuvieron tan cerca
Pasa y pesa
Pasa la laguna y el dios que pesa en la balanza
Tu corazón, no encontrará
Ni un ardite para equilibrar la balanza
Es tu medida:
Abre la boca y muestra la moneda:
Nada, ni el más mínimo crédito para el más allá
Negro impar y pasa…
Consulta los hados, la suerte, la ruleta que gira:
Todo al negro
Y a la triste oscuridad
Y se alimenta el silencio
13/04/2020
Mariano Ibeas
HUIS CLOS VII

VII
MAJUELO
La tierra que te espera está ya presta:
Cigarral, majuelo, lote
Tu suerte echada
Hundida la semilla en el surco
Sólo queda esperar la primavera
Puede ser propicia
O sucumbir bajo la mordedura
de la escarcha o de los hielos
débil puede surgir
un atisbo de esperanza
a la luz del secarral
de las calizas implacables
de la piedra que vino de lo alto
de las langostas
y no podrás esperar el corte
traicionero de las hoces,
y oirás decir
con resignación:
la suerte está echada
De nada valdrán los llantos y oraciones,
Las ofrendas
Los dioses están sordos
Y no entienden tus plegarias
Son de barro, madera,
Materia como tú
Y nada pueden hacer contra el polvo
el silencio de la nada.
HUIS CLOS VIII (Y FINAL)

VIII
ESPADAÑA
Junto al río aneas y espadañas
Y un ventear triste
De jilgueros y zorzales
Y el sonido de la alta tarabilla
Con ritmo cansino y constante
Trapiche que muele
Y muele el canto cereal
De los tiempos del hambre
De las encías rotas y sangrantes
Del agua hosca y agitada
Sobre el rodete de los sueños
Sangre y harina
Sudor y sacrificio
De la piedra y del agua
Camposanto
Huerto del francés
Molino indiano
Del sudor y del duelo y del quebranto
No has de olvidar el surco de tus sueños
Ni el amor regado en el sembrío
Es tu vida que ya no es
Eres tú
Que te moriste
Y no volverás
De nuevo al nido.
15/05/2020
MARIANO IBEAS