Se muestran los artículos pertenecientes a Enero de 2014.
Y FELIZ AÑO A TODOS

Este blog que ya ha cumplido OCHO AÑOS
y ha recibido casi 200.000 visitas,
quiere agradecer a todos
su fidelidad,
alguna sonrisa,
alguna sorpresa,
toda su paciencia,
sus comentarios,
y sobre todo
sus buenos deseos de paz, alegría, salud
y todo lo demás...
FELIZ AÑO 2014
Mariano Ibeas
La foto corresponde al monte Cervino, entre nubes, este verano pasado.
COMO UNA RESPIRACIÓN EN EL TIEMPO...

Como una respiración en el tiempo.
_ ¿Y por qué has puesto una coma al hablar del guepardo?
_ “rápido y voraz?”
_ Sí.
_ “Porque ambos estamos sentados y nos miramos uno a otro, y porque ahora, esa coma forma parte de mi sabiduría.”
_ Como una respiración en el tiempo.
Luis Carlos Patraquim (poeta mozambiqueño)
Como una respiración en el tiempo
coma, punto y coma
y no me canso de alentar:
entiendo que hay que pensar
las palabras,
y que hay que sentir los silencios,
por eso me paro
a pensar tras cada coma,
coma, coma, carcoma,
la que se me roe el tiempo;
cada vez que las enciendo,
las palabras,
me estallan en las manos.
y vuelan lejos,
a veces se van solas,
rompiendo los deseos,
libres ya de los sueños
que duermen desde dentro,
y, solo al final,
las recupero, tras una coma,
y, a veces, un punto de reposo:
escribo y respiro
al mismo tiempo en cada verso;
_ en los latidos del corazón,
se cuentan los misterios_
y solo vivo, tras una coma,
el ir y venir del péndulo.
Mariano Ibeas
FLORBELA SPANCA

Ser Poeta
Ser poeta é ser mais alto, é ser maior
Do que os homens! Morder como quem beija!
É ser mendigo e dar como quem seja
Rei do Reino de Áquem e de Além Dor!
É ter de mil desejos o esplendor
E não saber sequer que se deseja!
É ter cá dentro um astro que flameja,
É ter garras e asas de condor!
É ter fome, é ter sede de Infinito!
Por elmo, as manhãs de oiro e de cetim...
É condensar o mundo num só grito!
E é amar-te, assim, perdidamente...
É seres alma, e sangue, e vida em mim
E dizê-lo cantando a toda a gente!
FLORBELA SPANCA
EL MOLINO INDIANO...

El Molino Indiano…
Este ultimo término, como la huerta de La Olmera, tenía para la familia un sentido particular. Mi familia había heredado dos o tres edificios en ruinas; dos de ellos habían sido viejos molinos harineros en el cauce del río Zorita. El primero frente a la era de trillar, el segundo frente a la huerta de arriba que todavía conservaba la planta baja, donde se guardaba al fresco la cosecha de patatas y el tercero, era "el molino de abajo", y para la familia "El molino indiano", que todavía funcionaba para moler el cereal y conseguir la harina de cebada o centeno para pienso de los animales.
Efectivamente, allí había un molino de harina, explotado por el concejo, nada que ver por lo tanto con un “trapiche” o molino de caña de azúcar, un “ingenio” de los que se encontraban en Cuba. A saber cuál era el origen de semejante nombre. Teníamos cerca una finca. Todo el lindero estaba plantado de ciruelos de variedades distintas que ofrecían generosos sus frutos cada año y que tenían para mí un recuerdo en particular. Las ciruelas eran responsables de algún dolor de tripa cada año, pero el lugar, con un arroyo alrededor de la finca, estaba también plagado de zarzas y de espinos y guarda para mí un suceso doloroso de recordar.
Yo tenía siete u ocho años. Montaba a pelo en una yegua que para mí tamaño de entonces era enorme y no debía soportar demasiado a gusto mi ligero peso, el azuzar de mis talones y mis golpes en la grupa con las riendas. Yo iba al trote y al pasar junto a la finca, la yegua bajó la cabeza y las ramas bajas de los ciruelos me barrieron literalmente del lomo de la bestia y yo caí entre las zarzas, los espinos y de los endrinos que también allí crecían con abundancia. Aún me duele el recordar el episodio y no sé todavía si fueron lo peor los arañazos o me dolió más la humillación y la indignidad de la caída y la vergüenza.
Lecciones de cosas, una vez más.
Mariano Ibeas
AYER, EL NEOLÍTICO... I

AYER, EL NEOLÍTICO
“No te podrán quitar el dolorido sentir” Garcilaso
“Una ciudad y un balcón “ de “Castilla” Azorín
I
Yo nací en el neolítico
Tengo que vigilar este corrector de textos, a la que me descuido y escribo Garcilaso, él me corrige la plana y escribe Garcilazo, sin tener en cuenta que me estoy refiriendo, claro está, al gran Garci Lasso de la Vega.
Cuando los libros se componían a mano, con caracteres de plomo en la imprenta, no ocurrían semejantes fechorías, pero eso era antes, en la era de Gutemberg, hoy la galaxia Mc Luhan aporta otras sorpresas. No hubiera nunca imaginado pasar, en sesenta años, del neolítico al ciberespacio.
Yo nací en el neolítico.
El pueblo de mis padres,__ yo nací por casualidad en Burgos__ era una aldea de 30 vecinos y 120 habitantes más o menos, al norte, ya en la Bureba, pero al límite con las tierras del Arlanzón. Le decían a la comarca “las torcas”, por el relieve de montes y calveros fuertemente erosionados y recorridos por pequeños valles y barrancos que permitían una cierta agricultura y una ganadería de supervivencia, una economía redondeada con el fruto de las huertas y la leña abundante y a veces el carbón procedente de las suertes del monte de carrascas. Pero en realidad era ya la Bureba, en el límite sur de lo que fue el dominio de los "austrigones".
Hacía algunos años que había “venido la luz”, y con ella nuevos tendidos y la novedad en las casas. Nosotros, los chicos, seguíamos, después de la escuela, el progreso del tendido, desde el vecino pueblo de Melgosa, con el olor a creosota de los postes, la construcción del transformador junto a la iglesia, la iluminación de las calles: una simple bombilla en las esquinas y la llegada de la electricidad hasta las casas, con un “contador de luz” que permitía controlar el gasto: una bombilla que a veces iluminaba dos estancias contiguas, luz en la cuadra o en la cocina, y la posibilidad de enchufar un aparato de radio, toda una revolución, sobre todo por la radio.
Antes, antes de la guerra, hubo un tendido desde una pequeña “fábrica de luz” o central próxima en el río Buezo, cerca del santuario de Santa Casilda, pero que se prendió fuego en los años inmediatos a la guerra; así, pues, el paisaje de mi infancia lo entreveo a la luz de los sistemas de iluminación tradicionales: el fuego de leña del hogar, los candiles de aceite, las velas de cera o de "esperma" o el farol al abrigo de los vientos, la luz del carburo e incluso el quinqué de petróleo, todos ellos forman parte de la luz que alumbró el tiempo y del espacio de mi infancia.
Con la llegada de la electricidad, se había producido una verdadera revolución, sin embargo; con "la luz" llegó también la radio y las noticias empezaron a correr de boca en boca: había otro mundo fuera de allí y los primeros que lo entendieron fueron los jóvenes.
Mariano Ibeas
YO NACÍ EN EL NEOLÍTICO... II

Yo nací en el neolítico II
Pronto comenzó la emigración; en los años cincuenta, una familia no podía repartir la herencia entre los hijos; no era viable un reparto entre las familias de tres, cinco o siete hijos, ni siquiera juntando las suertes por matrimonio entre las distintas familias; la substitución de los animales por la maquinaria agrícola y la concentración parcelaria hicieron el resto, ahorrando mano de obra.
No solucionaron las cosas, el revés, aceleraron la diáspora.
Los primeros que levantaron el vuelo fueron los de la señora Antonia, que era viuda y tenía un montón de hijos. Pusieron en venta o en almoneda todos sus bienes, desde la casa,__ la mejor y la más grande del pueblo que compró mi tío Amancio__, hasta los cestos o las banquetas del ordeño, todo, y se fueron a Barcelona, y casi nadie supo nada de ellos a partir de entonces…
Otros contaban maravillas de las posibilidades abiertas en Burgos, Bilbao, Valladolid, en Ermua o en Rentería, por ejemplo, y mis numerosos primos comenzaron a irse poco a poco; un hermano arrastraba a otro “a la capital” y encontraban trabajo, porque en el pueblo, a partir de septiembre, recogida ya la cosecha, no había nada que hacer; así que aprovechando el viaje del camión de la paja o en el autobús de línea, poco a poco el pueblo se fue despoblando.
Otros al fin buscaban una salida en los frailes o el convento de monjas; era la única manera posible de hacer el bachillerato en un internado, cuando el ”colegio de pago” o el instituto más próximo se encontraba a decenas de kilómetros del pueblo y sólo al alcance de los más pudientes, y fuera de las posibilidades de familias como la mía.
Mariano Ibeas