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DESDELDESVAN

ALERA II

DE SAL ...

 Las pequeñas elegías  

                II 

te expulsaron una vez

del territorio de los sueños,

 

te quitaron de las manos los libros

transparentes,

los que te permitían viajar entre las líneas

más allá de las fibras de papel

y las manchas de tinta

en los espejos del tiempo fundido,

__  confundido el presente y el pasado __

                          tiempo – territorio ido.

                                                         Mariano Ibeas

  

DE SAL...

           I

Las pequeñas elegías:                              

el territorio de la infancia,

 

el olor de tinta, el roce del pupitre,

el vuelo de las moscas...

 

el color y el sabor del pan

 

recién cocido,

 

las moras agraces, las peras de San Juan,

los sabañones en invierno, 

 

las tardes de tormenta

 

          y de aburrimientos infinitos...

te llegan en tropel y te aplastan contra el muro

de  la tarde;

los viejos buenos días

 

perdidos por las esquinas

 

se estrellan contra las paredes

 

                        del tiempo ido;

 

se revuelven,

 

se enrollan

 

como la cuerda del trompo

en el bolsillo, 

y ya no son

 y ya no vuelven.

                                   Mariano  Ibeas

DE SAL...

             29                         

te aplasta

el  fulgor en las entrañas

y roe en silencio tu rutina

hasta el tuétano del hueso.

Vuelve sin cesar espeso

el triste atardecer sediento,

no logras saciar la sed,

enfermo de soledad, enfermo,

triste, harapiento,

mendigas las monedas

y el eco de tu voz antigua. Gritas

y nadie te responde,

tan solo la oquedad preside

el fondo del templo:

se fueron una vez tras la carcoma

las imágenes de palo y escayola,

policromas vestales de hornacina

que dispersa el viento

y el sol de justicia

con implacable impiedad, calcina.

Mariano Ibeas

DE SAL...

                         

           28

sola en la sombra

la soledad escapa,

en el párpado nítido

de fúlgida amapola

__ roto cascarón de

hierro en el costado __

en la raíz informe

de prístinas batallas

saborea la derrota;

el hondo fulgor

de pesadumbre y sueño

cede al empeño

de calentar la lumbre:

no hay cumbre,

ni valle,

ni torrente,

no hay nube,

ni niebla, ni alborada

que inunde con su velo

la sed de la llanura;

nada hay,  ni nadie clama

en tan vasta soledad,

en tal empeño,

que no dibuje

ni centro, ni horizonte,

tan sólo cubre el vacío

donde esconde

su voz ronca de tormenta,

el triste y seco latido de la sangre,

lanza el grito primordial

como un reproche:

               "no merecías haber vivido".

Mariano Ibeas                                              

DE SAL...

              27  

en el vuelo veloz

 

de la piedra

 

está la honda

 

       y la rabia del muchacho

 

que no sabe matar...

                    que muere 

sin saber por qué.

                                       Mariano Ibeas                                                                      

DE SAL II ...

                        26

ya es tarde

para decir: “lo siento”

       

debiera haberte amado más,

y más intensamente... 

                        pero ya es tarde;

y, sin embargo,

 

todavía te recuerdo,

y en mis labios queda

fresca la huella de tus labios

y en mi mano

el peine de tu mano

y en mi piel

            el temblor de tus caricias...

pero es tarde ya

para seguir soñando

y no puedo decir: “lo siento” 

                                   todavía.

Mariano Ibeas

DE SAL II

                     24

no vuelan

con  zumbido

en el aire las pavesas

he apagado los troncos

con el agua del cántaro

y he regado los geranios

del alféizar;

he cerrado la puerta,

atrancado los postigos;

__ que no silbe el aire

         en las alcobas vacías__

queda el calor del hogar

en las últimas cenizas,

y sólo bajan las huellas

de mis pies

las escaleras;

en el umbral

he sentido el hueco

de muda despedida,

me he alejado despacio,

y, al volver la vista,

me parece que la chimenea

humea todavía.

 

Mariano Ibeas

 

ALERA II

                 23

diluida en sombras

grises, fugitivas

de la luz huidiza

y nacarada,

reflejos arcoiris

sobre la piel del agua

y en la orilla

un resplandor

de pájaros cenizos

robando sombras

                  a la tarde,

una hoguera el sol...

en tus ojos

nace el sueño

como nace la muerte,

                      a su manera.

Mariano Ibeas

ALERA II

              22

en el umbral de sombras

la sombra de un hombre

se detuvo:

quiso marcar

con su mano

un trazo de ceniza,

dejar tras de sí

el rastro de lo ido

y no volver  ya

sobre sus huellas;

y no esperó las lluvias

ni estrenó la primavera...

tan solo volvió el rostro 

y ni rastro vio

de humo

en ninguna chimenea.

 

Mariano Ibeas

ALERA II

21

no mantiene la piel

 

de terciopelo

 

el río en su ribera

 

y riza sin cesar

 

el viento los eriales;

 

se han ido para siempre:

 

el río no canta tu niñez

 

entre las rocas.

 

Se apagaron los leños

 

en el fuego,

 

y ni rastro de cenizas

 

dejó el viento.

 

Huiste para siempre

 

de allí,

 

pero nunca te fuiste del todo,

 siempre regresas, 

regresas  otra vez

 

           al río y las hogueras.

Mariano Ibeas  

ALERA DOS... EN EL 2º ANIVERSARIO DEL BLOG...

20

toda mi frente

se seca sin remedio

y nada más fluye

tu cintura no se pliega

a las caricias;

agotada

           la mina de los sueños

tan solo la ganga,

la escoria,

las cenizas,

                 nada.

 

 

Mariano Ibeas

ALERA ... DOS

          18            

 ya ves que te escribo

en rojo y sangre

el último atardecer desde mí herida,

y, al alba,

en tinta desvaída,

borran mis lágrimas amargas

las últimas palabras,

y ves que suenan

de golpe las alarmas

y el estampido seco

de la puerta que se cierra;

no temas tal vez

otra tormenta,

que luego, como siempre,

      escampa.

Mariano Ibeas

ALERA II

                17                        

también es cómplice                                           

 

mi silencio

 

y es testigo falso

 

que esconde mi traición,

 

mi cobardía,

 

y no puedo desplegar 

los labios;

aunque los gritos me

rompan las entrañas

y pugnen por salir,

yo callo

y callan los fantasmas

que me corroen

lentamente por dentro.

Mariano Ibeas

ALERA ... DOS

               16 

así  yo, por tu voz

 

tiemblo y espero

 

y es tan solo un gesto

 

la promesa

 

que me das,

 

me tiendes la mano

 

generosa

y yo temo rozarla,

 

como si rompiese el cuenco

de los últimos deseos,

 

el agua que atesoro

 

para poder seguir

 

                viviendo.

Mariano Ibeas  

ALERA... DOS

15                                               

no dobla la cerviz 

ni se resigna el buey 

a su condena,

ni conoce el toro

las artes del engaño,

tan solo el hombre

en sudor y sangre

entierra su poder; 

siembra la muerte 

en el surco

de la tierra estéril,

y nace el odio:

en la arena de la plaza

escribe los renglones de su orgullo

y su reto con la muerte:

de una parte

lo llama trabajo, o faena

y , mediando el afán o la suerte,

de otra parte, arte.

Mariano Ibeas

ALERA DOS .... DE SAL

DE SAL

En homenaje a Ada Salas y el libro de poemas “La sed” 

Y también a Desideri Lombarte, César Vallejo

                       y tantos otros.

Ada Salas...

Salada soledad

 salada soledad

que se inicia

                       __ cap i cùa __

y se acaba con espumas

palíndromo del mar

ida y vuelta desalada

alada claridad

de rumbo en el vacío

nada de la nada

silencio y desvarío

Ada Salas, hada de sal

en el giro sin final                      

del fatum

en la rueda de la ebriedad

sabor de soledad.

Amarga sal.

Mariano Ibeas

ALERA II

13

Desde lo alto

desde lo alto

 

                       del cerro

                                               me  alzo vertical

                                              y trazo

 

                     con la vista un círculo;

 

                     soy el centro

 

                     de mí mismo,

 

                     y cierro alrededor

 

                     en laberinto

 

                     el horizonte en sombras;

 

                     en fértiles minutos

 

                     me cerco en soledad

 

                                      me abismo.

Mariano Ibeas

ALERA II

                               12

La fértil sementera 

  

la fértil sementera

de huesos blancos

se  extiende en la llanura,

no espera el despertar

de las trompetas

ni el juicio de la historia,

tan solo escoria

carne de cañón

__ “daños colaterales”__

y en su memoria

un general americano

             se cuelga una medalla.

Mariano Ibeas

OTOÑO II

11

Yo nunca te quise

yo nunca te quise, 

siempre amé a una sombra,

un fantasma, quizás,

una alegoría de carne y hueso,

sólo el eco de tus pasos

me devuelve la verdad

de tu existencia;

y también dudo

si soy yo

o sólo la sombra de mí mismo

y todo lo que amé

se lo llevó el vacío.

Mariano Ibeas

ALERA II

                       10                       

bajo la piel del mar 

 

en duermevela

 

los viejos sueños del marino

 

se agitan

 

__ eterna pesadilla

mecida, estremecida

al vaivén de las olas__

y solos en la orilla

no temen despertar

una mañana

en rotas caracolas...

y nacen de nuevo

en los oídos de un niño

                como murmullos del mar.

Mariano Ibeas