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DESDELDESVAN

LA CUEVA DE CACO

El sueño de la razón (uno)

El sueño de la razón (uno)

Aquí... la protagonista y su autorretrato.

EL SUEÑO DE LA RAZÓN (UNO)

EL SUEÑO DE LA RAZÓN  (UNO)

                  A mi amiga PilarA, este relato en dos partes (sólo para  hacerla rabiar un poco)

         Mi amiga PilarA pinta unos cuadros enormes, una maravilla.

Empezó casi sin proponérselo con figuras de tamaño natural, de cuerpo entero o casi, desnudos,  torsos, más tarde bustos, luego retratos y finalmente ni eso… la anatomía se va recortando por parcelas, se va reduciendo, y al tiempo,  aumentan de tamaño las figuras: apenas un rostro, o la parte izquierda de preferencia, que emerge con fuerza del fondo oscuro del cuadro bebiéndose la luz…
        Últimamente ni siquiera eso, yo creo que sólo pinta ojos, un solo ojo, o más bien una mirada, lo demás es un pretexto.
        Un rostro de tamaño superior al natural que llena el cuadro, en el que la resultante es la mirada, no puede dejar a nadie indiferente; mira de frente e  interroga al espectador, tiembla en cada pupila, rompe el espacio como una flecha y se clava directo al corazón.
        Ahora sólo pinta; abandonó su trabajo de secretaria y se encierra horas y horas en su estudio; los cuadros llenan los armarios, las paredes, el estudio, los caballetes están ocupados siempre, hay lienzos por todas partes en todas las etapas posibles del  proceso de creación y sólo existe un solo tema, recurrente y obsesivo: el ojo y la mirada.
        Es como una obsesión que se convierte en una pesadilla; cuando, rendida de cansancio, consigue conciliar el sueño llegan los fantasmas, todo ojos y miradas en tropel, y le cercan como sombras, no consigue alejarlos, se despierta y vuelve de nuevo al estudio, a la tarea. (Continúa)

 Mariano Ibeas

EL BAÑO

 

         Siempre que me baño cierro con sumo cuidado el desagüe de la bañera, el tapón de goma encaja a la perfección y no se filtra ni una gota…
Por si acaso.
         Porque yo me duermo; me duermo en la bañera; el calorcillo del agua tibia, las sales de baño, el jabón, la luz oscilante de la vela de cera aromatizada en el rincón, la música suave, todo me relaja, y me duermo.
         Y también sueño…
         Ese día me desperté despavorido; soñaba que me diluía en el agua del baño, que mi cuerpo se tornaba flácido, luego gelatinoso, luego líquido y fluido y al fin, disuelto en agua, con un color sospechoso, me deslizaba suavemente con el agua jabonosa por el desagüe de la bañera.

Mariano Ibeas 

LA FOTO

Siempre había deseado tener un caballo de cartón, uno más grande, tamaño natural a ser posible.

Sin embargo, el que me llegó por los Reyes de aquel año era menos que un cordero recien nacido, un caballo diminuto de juguete, subido en una plataforma sobre cuatro ruedas, ni siquiera un caballo balancín en el que columpiarse blandiendo la espada de madera.

Nada de eso; podía arrastrarlo de las riendas, pero, cabalgar sobre él, ni soñarlo, me estaba formalmente prohibido.

Hasta que llegamos al estudio del fotógrafo.

Mi prima Conchi se disfrazó de andaluza con traje de farales y peineta, yo de corto, y los dos, ella y yo, subimos en aquel enorme caballo de cartón con la ayuda de una escalerilla de tres peldaños. Era, según el fotógrafo, la viva estampa de la romería a la Virgen del Rocío.

Los dos miramos a la cámara, ella sonriente y yo feliz.

 

Mariano Ibeas

TELÉFONOS


Se llamaban a menudo por teléfono; era su manera de estar juntos; saludos, mensajes, avisos, llamadas perdidas, buzón de voz, citas... y luego, cuando coincidían de veras, todo se resolvía en un abrazo, un beso fugaz de vez en cuando, nula conversación...

Lo suyo era el teléfono, un verdadero presupuesto en facturas, y, cuando estaban juntos, apagaban los móviles y seguían en silencio.

Un día ocurrió.

De pronto sonó el móvil de ella en el bolso y luego el móvil de él, nervioso, en el bolsillo.

__ No puede ser, exclamaron al mismo tiempo.

Descolgaron y descubrieron con horror que los dos aparatos mantenían una conversación a sus espaldas; dos verdaderas conversaciones, como dos enamorados.

Mariano Ibeas

MI LADO BUENO

 

        A partir de la caída de la bicicleta, no consigo dominar bien mi brazo izquierdo.

         No dije nada en casa, me pareció un golpe sin importancia, un moratón, una pequeña hinchazón apenas, y sin embargo, desde entonces, mi codo se resiente.

         Cada vez uso menos la mano izquierda, no me fío de ella, no tiene la fuerza que solía y , en cuanto a la precisión __ digamos psicomotricidad fina __, nunca ha sido una maravilla, porque soy diestro, siempre he confiado más en mi mano derecha; ahora, apenas si me ayuda; prefiero decir que me he vuelto "hiperdiestro".

         Duermo de lado, efectivamente, del lado derecho; es la única manera de levantarme de la cama de forma ágil y mínimamente digna.

           Últimamente camino con el brazo izquierdo pegado al cuerpo; temo no poder dominar a la perfección este lado de mi cuerpo y que alguien note de inmediato mi lado "manco" _ debería haber un término equivalente a "cojera" para esta deficiencia, no, no solamente manco, no, más bien "tuerto";  eso es, tuerto del brazo izquierdo.

            En resumen, que no consigo hacer mío mi otro "yo colateral" y tengo miedo de que con el pie izquierdo me suceda lo mismo; últimamente, al levantarme, noto la pierna izquierda como reticente, como si le costase ayudarme...

            Y ¿qué ocurrirá con el riñón izquierdo, el bazo, el páncreas, mi pulmón izquierdo, mi lado izquierdo del cerebro...?

            No, si acaso con mi hemisferio cerebral derecho...

             No quiero ni pensarlo... pero me he sorprendido mirando de reojo mi lado izquierdo en el espejo.

 

Mariano Ibeas

EL CUENTO NO TERMINA ASÍ

 

__ El cuento no termina así...

__ ¿En qué quedamos?

En realidad nadie sabía qué hacía allí esa planta.

La encontraron por casualidad; fue un trabajador, un albañil de los de la reforma del tercero. Se le cayó una herramienta al patio interior y quiso recuperarla. Para ello solicitó el permiso en la oficina, para descolgarse por la ventana del primero. La secretaria del despacho no puso inconveniente; su jefe, que no estaba en ese momento, tampoco hubiese puesto inconvenientes, aunque si lo veía algún vecino podrían tener problemas, ya habá suficientes problemas con los vecinos...

__ Pero el cuento no termina así.

__ ¿En qué quedamos?

El trabajador señalaba una planta, junto al deasagüe de la terraza.

__ Es una "Paneurophorbia caledónica" , dijo el trabajador; cualquiera sabe cómo ha llegado hasta aquí.

__ ¿Y qué es una "caledónica" de esas?

__ Una planta rarísima por estas latitudes. En mi país es más frecuente; en realidad se pueden encontrar por todas partes, pero es delicada fuera de su ambiente. Hay que regarla, protegerla un poco en verano para que no le dé mucho el sol y tiene unas flores preciosas.

__ ¿Y se puede tener en una maceta?, quedaría muy bien en el despacho.

__ Es muy delicada, no es fácil de transplantar, se moriría.

__ No se preocupe, yo me encargo de ello desde ahora.

__ ¿En qué quedamos?

Pero el cuento no termina así.

 

Mariano Ibeas

HORMIGAS

 

En la acera un perro diminuto, inquieto y chillón, se afana tras el rastro oloroso de un colega, o también de su propio rastro, impreso dos veces al día, semana tras semana, al pie del mismo árbol o sobre el tronco miserable de los aligustres de la esquina.

El dueño tironea de la correa; está impaciente también, intenta marcar una y otra vez un número de teléfono en el móvil y al final hace una llamada perdida y luego cuelga.

El perro no hace cacas hoy, sin embargo la bolsa de plástico está dispuesta para recogerlas...

Un hilera de hormigas sigue en su faena, cada insecto no parece dudar demasiado para seguir la huella química de sus congéneres; en el ejército de hormigas el desfile es siempre en línea de a uno; cada una sigue a la anterior con decisión y firmeza, con obediencia ciega.

Debe ser difícil seguir un rastro entre tanta confusión de olores, debe ser difícil identificar a la perrita del vecino entre tanta confusión de rastros, es difícil localizar a alguien en el ejetreo de las comunicaciones inalámbricas.

El hombre piensa en regresar de inmediato, comprueba si en el buzón del portal hay algo nuevo; nada, cartas de los bancos. Sube al piso, acude presuroso al ordenador, al buzón del correo electrónico, por si hay algún mensaje de última hora; nada, "spam", correo basura, nada nuevo.

El hombre deja un mensaje en el contestador telefónico, coloca un "post-it" en la puerta de la nevera; no volverá para comer y que su mujer no se olvide de los niños, ni del perro para el paseo de la tarde.

El hombre cierra la puerta de golpe y se va; el perro gime tras la puerta; en el ascensor un rastro de perfume indefinido; no logra asociarlo con ninguna de sus vecinas; en la puerta un olor insistente a tabaco; ya en la calle un auténtico fumadero de tabaco en horario laboral y por el suelo un montón de colillas...

A la entrada del metro una hilera de personas sin rostro definido, sin rastro oloroso definido, todo común, todo de gris, todo mezclado, inidentificable e irreconocible... siempre huele igual en los pasillos del metro.

Alguna ventaja tienen que tener las hormigas.

 

Mariano Ibeas

MOSCAS

 

           Han desaparecido; poco a poco han ido extinguiéndose como tantas otras especies conocidas o familiares, han caído como moscas, y nunca mejor dicho. Algunos hablan de cambio climático, otros de mutaciones, otros de cambios de comportamiento y de hábitos...

          Estábamos cansados de verlas posadas sobre sus cuatro patitas posteriores, frotándose los brazos y antebrazos, haciéndo el aseo o la higiene de sus grandes ojos compuestos con sus patas anteriores, frotándose con satisfacción las alas membranosas, volando, apareándose o succionado con su trompa carnosa las más variadas porquerías; nuestras moscas familiares, un paisaje de costumbre, han ido desapareciendo de forma alarmante, sobre todo en las ciudades.

          Han acompañado nuestros momentos de ensoñación, nuestras observaciones de "ciencias naturales" de "conocimiento del medio" de "bilogía aplicada" han servido para la experimentación con métodos de tortura refinados, en fin, nos acompañaron toda nuestra vida.

          Una cadena alimentaria aséptica y cerrada con rigurosa trazabildad en los alimentos orgánicos, desechos y basuras cada vez más escasos, siempre controlados y reciclados, unos insecticidas cada vez más comunes, letales y sofisticados han debido impedir a las sucesivas generaciones de moscas  volar, aparearse, alimentarse, poner sus huevos, reproducirse ...

           Han muerto y alguien decidió que el proceso no debía hacerse irreversible.

           Sólo en algún recinto remoto de la ciudad siguen, como una reserva biológica o un parque temático, algunos ejemplares supervivientes de la especie, testigos efímeros de los viejos tiempos... cuando todavía había moscas.

           En un viejo café, cerca del puerto, vimos algunas volar, osarse luego cerca de las tazas y sorber golosas con su trompa restos de azúcar o líquido derramado...

          Alguien, de repente recuperó los viejos gestos también; dobló el periódico y de un papirotazo, ¡zas!   cortó en seco el recorrido vital del insecto.

         El cadáver no yacía como siempre, panza arriba, con las seis patitas juntas y cruzadas sobre el torax...,  no, esta vez no. De su cadáver no sale ningún fluído, no hay aplastamiento del abdomen, nada; si acaso, y una vez observados con detenimiento, algo parecido a unos chips en miniatura y unas piezas de ferrita.

 

Mariano Ibeas

´SUEÑOS... O NO TANTO II

 

            Estaba leyendo un libro. El ruido y el bullicio a mi alrededor se iban disipando poco a poco, como entre las brumas del sopor que precede al sueño, pero seguía concentrado en la lectura.

            Anocheció y, por un momento, me pareció que los edificios se iban haciendo más escasos; yo seguía enfrascado en la lectura. Se fueron bajando pasajeros en las distintas paradas y en un momento dado me pareció que se producía un silencio sospechoso. No había problema, la mía era la última parada.

            El autobus dió un giro casi en redondo, recorrió un tramo recto, hizo alguna maniobra hacia delante y hacia atrás y se paró finalmente.

Me puse de pie; alrededor, dentro y fuera, nadie.

¿Y el conductor?

Me acerqué a la cabina. Nadie.

Un centenar de autobuses aparcados, alineados de forma rigurosa, semejantes a éste... y éste cerrado a cal y canto.

"Salida de socorro", "Puerta de emergencia", "En caso de accidente..."

Pulsé todos los botones, observé el martillito colgado junto a la salida, creo que grité... y nada.

Acurrucado en un rincón esperé el nuevo día.

 

Mariano Ibeas

CITANDO A: MAX AUB

 

"El arte son ganas de verse, de verse venir, un laberinto de espejos. Ver y ser visto. Lo peor que le pueden decir a un artista es: "si te he visto, no me acuerdo". Esa es la cuestión, parir algo que no se mueva, parir muerte. que el movimiento sólo es de Dios".

 

De Max Aub: "El laberinto mágico. Campo cerrado" Ed Alfaguara

SUEÑOS... O NO TANTO

 

Soñé que me perdía en un laberinto y daba tantas vueltas, dudaba tanto en cada cruce de caminos... que al final me encontré cara a cara enfrente de mí mismo...

Y no me reconocía.

Mariano Ibeas

 

 

PENÉLOPE

 

Cuando se quedó viuda...

Se prometió que no volvería a salir de casa..., tantos años trabajando, de casa a la oficina, cuidando de los hijos, del marido, de sí misma...

Se dio cuenta de que apenas se había ocupado de sí misma, de sus aficiones o pasatiempos...

¿tenía alguno?... ¡menuda faena los pasatiempos! Ropa, plancha, limpieza, ropa, comida, fregar, poner y recoger el lavavajillas... ¡menuda faena!

Era joven todavía, se dijo.

Se propuso no hacer nada. Lo tenía prometido: nada.

Ni siquiera ver la televisión y los culebrones, ni leer un libro o escuchar música, nada, absolutamente nada.

Hasta que descubrió el encaje, el encaje de bolillos.

Colocaba el mundillo contra el respaldo de una silla de enea y ahí le daban todas las horas del día, hasta que le dolían las manos. Cubrió los muebles de labores primorosas, los cabeceros, los brazos del sofá, las mesitas de noche, el aparador, la cómoda... hizo una serie de  juegos de bautizo, de comunión, de confirmación, ligas de boda para regalar a las novias, a las vecinas, para sus hermanas, sus sobrinas...

Participó tambien en una docena de concentraciones, en fiestas patronales, en días de exaltación de la artesanía y las tradiciones populares; recibió felicitaciones, expuso en la casa de cultura, enseñó en el hogar del pensionista, __ con poco éxito, es verdad, que las señoras no estaban muy por la labor __ y éstas fueron sus únicas salidas...

El resto del tiempo seguía encerrada en su casa... hasta que llegaron las vecinas. Aquellas reuniones de sutiles tejedoras de espumas fue creciendo y creciendo. Por la mañana, apenas los niños entraban en la escuela, se dejaban caer por la casa cuatro o cinco amas de casa ociosas, tomaban café, apuntaban algunas ideas, copiaban al calco un modelo de encaje, y volvían por la tarde a la faena. A las cinco se tomaban el té, charlaban y charlaban y el grupo crecía tanto que ocupaba el salón, dos dormitorios y a veces el pasillo... alguien propuso entonces montar un taller y trabajar en serio o en serie, comprar juntas el hilo, vender a los turistas...

Y el entrtenimiento pasó aser su forma de vida... hasta que se transformó en un trabajo y en una dura faena... empezó a tener problemas en las manos, muchas preocupaciones... algunas de sus socias la abndonaron poco a poco y un día se dijo:

__ ¡Menuda Odisea!

Cerró de golpe las persianas, dió un portazo y ya no volvió más.

Algunas dicen que la vieron por ahí... acompañada, pero casi nadie lo cree; serán como siempre,

habladurías.

 

Mariano Ibeas

 

EL DINOSAURIO SEGUÍA ALLÍ (Recordando a Monterroso)

 

Cuando se quedó viuda, tomó de inmediato algunas decisiones; lo primero que dispuso fue la venta del todo-terreno, luego la moto,la cortadora de césped, el equipo de esquí, los palos de golf... buscó alguien que se ocupase de sacar el perro de paseo dos veces al día; canceló varios eventos y compromisos sociales pendientes, anuló la Visa Oro...

Y se compró un coche descapotable, un hermoso automóvil rojo brillante de dos plazas, un sueño de toda la vida, que le entregaron llave en mano a la puerta de su casa,

Se arregló un poco, tomó las llaves dispuesta a ponerlo en marcha... y cuando salió,... su marido seguía allí, al volante, como siempre.

 

Mariano  Ibeas