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DESDELDESVAN

EL HIMNO NACIONAL...

EL HIMNO NACIONAL...

EL HIMNO NACIONAL

No era muy habitual, pero de vez en cuando a Doña Prudencia le sobrevenía el ardor patriótico y nos hacía cantar alguno de los Himnos de rigor. Las instrucciones, de acuerdo con los manuales de Formación Política, lecciones para los y las flechas, publicados por las secciones masculina y femenina de la F.E.T. y de las J.O.N.S. establecían  claramente las cosas:

__ ¿Cuántos himnos representan a España?

__ Dos

__¿Cuáles son?

__La Marcha Real o granadera y el Cara al Sol de la Falange.

Y luego se explicaban otras cosas como “que cantaban el Cara al Sol aún los que no eran falangistas ”porque era el único que les llegaba al alma y les salía del alma” e incluso se citaban también otros himnos como  La Marsellesa, La Internacional  o  Giovinezza…”

Por lo visto, también los antiguos carlistas debían ser recordados, aunque nunca oímos hablar de semejante historia, luego supimos que eran los "carcas", los que cantaban la Marcha de Oriamendi.

Empezamos a cantar: “Por Dios, por la Patria y el Rey…”

Pero todos conocíamos una versión espuria, y a voz en grito, __otra vez a voz en grito__, yo inicié la letra alternativa:

                “Por dos por la pata del buey”

No fue posible seguir.

El Sr. Julián, el marido de Doña Prudencia, que no tenía Don, que se ocupaba de su huerto y seguramente de la casa y la cocina, tenía una dedicación particular. A comienzo de curso  recolectaba por las orillas del río una buena provisión de palos de olmizo, sauce o avellano, de un metro más o menos y del grueso de un dedo, que dejaba secar en un rincón de la escuela, al lado de la estufa y bien a la vista…

La maestra debía tener el oído fino, puesto que enseguida detectó al improvisador__ o sea yo__ entre los chicos y chicas del coro; así que uno de los palos entró en danza y no paró hasta que los golpes sobre mi cabeza y los fallos sobre el pupitre hicieron añicos la vara y saltando en astillas se le quedó en la mano  apenas un palmo que arrojó con rabia a la estufa.

Ahí nació seguramente mi vocación poética.

Mariano Ibeas

 

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