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LA HERENCIA DE DON ALEJANDRO... II

LA HERENCIA DE DON ALEJANDRO... II

 

 

La herencia de Don Alejandro (II)


Eran,  al parecer, viejos cuentos baturros, algún libro sobre abejas y su cuidado y también las teorías “non sanctas “ de algún seguidor o divulgador de Darwin, sobre el origen del mundo, la evolución de las especies y los primeros pasos del hombre sobre la tierra. Todo ello, ya digo, al margen de la Biblia, cuya existencia sólo conocíamos entonces como Historia Sagrada y por virtud de los Nuevos Santos  Padres del nacional, católico y fascismo rampante,__ Astete-Vilariño  o Ripalda, a elegir según las diócesis__, con el “nihil obstat” y el  imprimatur” correspondiente del obispo de turno,  y cuyo catecismo, de obligado cumplimiento, recitábamos en la escuela o en la iglesia a voz en grito, como el mismo entusiasmo que la tabla de multiplicar o la lista de los reyes godos.

            

                Yo añadía a la maleta y a la colección de libros del desván mis tesoros más recientes, algunos herencia de mis primos de Madrid, un detalle que mi tío Cipriano  me hacía porque ”yo era muy cuidadoso con los libros”.

                Así llegaron a mi poder algunos números del “Capitán Trueno” o de “El Jabato”, “El Guerrero del Antifaz”, “Roberto Alcázar y Pedrín”, además del “T.B.O.”, “Pulgarcito” o  “Pumki”.

                Luego la colección se completaba con algunos ejemplares de la “Colección Historias” de Bruguera, o algunos librillos de la “Editorial Calleja” o la “Colección Pulga”,  y ya después algunas  cosas más serias.

 No es de extrañar que mi abuela Eusebia echase pestes de mi afición a la lectura, porque tardaba en acudir a la mesa y para ella las horas de la comida y de la cena eran sagradas: no podía enfriarse la sopa o el cocido, porque para eso llevaba ella toda la mañana avivando el fuego, arrimano tapando y destapando ollas y arrimando pucheros en el fuego del hogar.

                Yo sabía de su buen o mal humor del día por el ruido o la violencia con que manejaba las “coberteras”, como ella decía.

__ Porra de chico, siempre está entre librotes y no piensa ni en comer__, decía.

 

Mariano Ibeas

 

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