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NOTICIAS DEL BICICLOWN...

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Los pétalos no hacen ruido al estrellarse contra el suelo

Lugar: Busan
Una vez que asumes que no puedes entender la red de carreteras de un país, ni siquiera con el mapa que amablemente me envió Mapiberia, lo mejor es perderse. Y de perdidos al río de cruces sin señalizar, pistas con categoría de carretera y desvíos a desmano. Sali de Seul tan tranquilamente como entré. Si llegué por un carril bici de veinticinco kilómetros salí en metro hasta Suwon escapándome así a una locura de laberinto del que nunca hubiera encontrado el hilo de Ariadna. La primera sorpresa vino en la isla de Anmyeon, al oeste de Corea. Me brindó uno de esos atardeceres al que sólo le faltaba para ser perfecto una mano de mujer que se entretuviese en desenredar, amablemente, los últimos rizos de mi pelo.
En Corea del Sur tuve mucha suerte. Prácticamente solo encontré buenas personas desde el primer al último día que me ayudaron en mi camino hasta Seul y en el regreso a Japón. Corea del sur es un país fácilmente catalogable: a caballo entre la China y Japón, y no solo geográficamente. Más organizado que el primero pero sin llegar a los niveles de ISO 9001 del segundo.
La gente se acercaba con curiosidad hasta mi bicicleta para preguntar por mi viaje. Algo que en Japón no suele suceder.
El espectáculo no pudo sin embargo tener lugar. Si todas las conversaciones encaminadas a realizarlo hubieran sido satisfactorias llevaría ya 100 y no 56 espectáculos. Confío que en Japón, en esta segunda entrada, las cosas puedan ir mejor en ese aspecto.

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