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DESDELDESVAN

JOSÉ HIERRO

JOSÉ HIERRO

JOSÉ HIERRO

PARA UN ESTETA

Tú que hueles la flor de la bella palabra 
acaso no comprendas las mías sin aroma. 
Tú que buscas el agua que corre transparente 
no has de beber mis aguas rojas.

Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso 
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda 
ni cómo vida y muerte agua y fuego hermanadas 
van socavando nuestra roca.

Perfección de la vida que nos talla y dispone 
para la perfección de la muerte remota. 
Y lo demás, palabras, palabras y palabras, 
¡ay, palabras maravillosas!

Tú que bebes el vino en la copa de plata 
no sabes el camino de la fuente que brota 
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura 
con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo. 
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras. 
Y olvidas las raíces («Mi Obra», dices), olvidas 
que vida y muerte son tu obra.

No has venido a la tierra a poner diques y orden 
en el maravilloso desorden de las cosas. 
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas 
sin alzar vallas a su gloria.

Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo. 
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan. 
Y hechos un solo río os vertéis en el mar, 
«que es el morir», dicen las coplas.

No has venido a poner orden, dique. Has venido 
a hacer moler la muela con tu agua transitoria. 
Tu fin no está en ti mismo («Mi Obra», dices), olvidas 
que vida y muerte son tu obra.

Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día 
por la música de otras olas.

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