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DE HABLA Y DE FÁBULA... V

DE HABLA Y DE FÁBULA... V

"De habla y de fábula"

El habla, la competencia de los hablantes, es la protagonista de varios tiempos y espacios a los que Ibeas llama exilios. “Un simple viaje en autobús o tranvía puede transformarse en una torre de Babel”. “

De la lengua, el habla y otros exilios…” por Mariano Ibeas Gutiérrez

Publicado en la revista "CRISIS" Nº 4.

 

 

V

Pero éste no es el tema: Hablemos del quinto exilio. Para mí, la experiencia internacional, fue una ocasión única: el descubrimiento de una lengua, una cultura y también de otros exilios, los emigrantes políticos  republicanos, que a su vez no miraban con buenos ojos  a los emigrantes “económicos” que llegaban desde España con sus maletas de cartón para ocupar los trabajos más duros junto con argelinos, portugueses, turcos o marroquíes. Muchos de ellos no lograron integrarse nunca y menos en el lenguaje; seguían refugiados en sus pequeños guetos y soñando siempre con volver. Es verdad que mi francés no era entonces muy académico: sucesivamente se me achacaba mi acento español, pirenaico, aquitano, parisién, limosín… hasta llegar a la pregunta clave:__ ¿Vous êtes espagnol ou basque?

Para mí fue una oportunidad y un refugio, unos aires de libertad, un terreno de oportunidades; además de dominar la lengua y de “pensar en francés” el regreso a mi país me pareció casi un nuevo exilio, el país aún no había salido de la dictadura.

El sexto exilio es el que constituye la vida profesional, el lugar o el medio en el que ejercemos nuestra actividad diaria y los personas con las que nos cruzamos. Profesionalmente me he dedicado a enseñar lengua básicamente, incluso cuando he impartido otras materias, la  mayor parte de mi tiempo ha sido dedicada a las herramientas básicas instrumentales con alumnos de todo tipo y condición. Mis alumnos no aprobaban ciertas asignaturas porque no entendían lo que leían. Tampoco sabían “expresarse con facilidad y eficacia en su propio idioma”, según la definición de “analfabeto” de la UNESCO.  Así de sencillo. Así, pues, sé de lo que hablo.

Yo aprendí a hablar en las faldas de una señora mayor, mi abuela, casi analfabeta, que apenas era capaz de escribir su propio nombre. Sin embargo,  leía aunque  con dificultad, parsimonia y fidelidad religiosa cada día la hoja del taco-calendario del Mensajero del Corazón de Jesús, pero que me acunaba con viejos romances, cantares de ciego, adivinanzas y consejas que sabía de memoria y repetía con asiduidad y precisión en un ejercicio de memoria envidiable y que transmitía toda una tradición oral aprendida en los campos de Castilla.

 

 

(Continuará)

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