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YO NACÍ EN EL NEOLÍTICO... II

YO NACÍ EN EL NEOLÍTICO... II

 

Yo nací en el neolítico II

 

Pronto comenzó la emigración; en los años cincuenta, una familia no podía repartir la herencia entre los hijos; no era viable un reparto entre las familias de tres, cinco o siete hijos, ni siquiera juntando las suertes por matrimonio entre las distintas familias; la substitución de los animales por la maquinaria agrícola y la concentración parcelaria hicieron el resto, ahorrando mano de obra.

No solucionaron las cosas, el revés, aceleraron la diáspora.

 Los primeros que levantaron el vuelo fueron los de la señora Antonia, que era viuda y tenía un montón de hijos. Pusieron en venta o en almoneda todos sus bienes, desde la casa,__ la mejor y la más grande del pueblo que compró mi tío Amancio__, hasta los cestos o las banquetas del ordeño, todo,  y se fueron a Barcelona, y casi nadie supo nada de ellos a partir de entonces…

Otros contaban maravillas de las posibilidades abiertas en Burgos, Bilbao, Valladolid, en Ermua o en Rentería, por ejemplo, y mis numerosos primos comenzaron a irse poco a poco; un hermano arrastraba a otro “a la capital” y encontraban trabajo, porque en el pueblo, a partir de septiembre, recogida ya la cosecha, no había nada que hacer;  así que aprovechando el viaje del camión de la paja o en el autobús de línea, poco  a  poco el pueblo se fue despoblando.

Otros al fin buscaban una salida en los frailes o el convento de monjas; era la única manera posible de hacer el bachillerato en un internado, cuando el ”colegio de pago” o el instituto más próximo se encontraba a decenas de kilómetros del pueblo y sólo al alcance  de los más pudientes, y fuera de las posibilidades de familias como la mía.

Mariano Ibeas 

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